Cómo saber si has dejado ir a tus ex
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En ocasiones somos hipercomplejos, aun cuando de verdad estamos en contacto con nosotras y tratamos de conocernos. Porque hay quien nunca se voltea a ver ni a analizarse o preguntarse qué quiere o quién es, incluso.
Cargar con un amor pasado no siempre implica el seguirlo llorando o extrañando al grado de debatirte entre llamarle o seguir sintiendo gran dolor ante su ausencia. Muchas veces la relación pudo haber acabado hace años, y puedes estar con alguien más con quien te sientes pleno pero de pronto te descubres recordando con añoranza, o si te enteras de algo de su vida se te mueven fibras profundas. No entiendes por qué aún puedes encelarte o enojarte o preocuparte por alguien que ya es tan lejano a ti.
Eres víctima del antiguo apego, que crees resuelto. Porque es obvio que hay quien permanece en relaciones terribles porque justo no han podido vencer su apego, que nada se parece al amor o a la verdadera convicción de construir una vida en común; es vil codependencia sostenida en el pánico de replantearte y rediseñarte; por ende a cambiar (a casi nadie le gusta el cambio).
Y ahí te ves, según tú desapegado pero con constantes arrebatos o focos rojos que te indican lo contrario. Lo sueñas, andas de metiche en sus redes sociales ‘nomás para saber, por ‘mera curiosidad’. Claro, no vas a olvidar, pero notas que la carga emocional sigue latente. ¿Por qué?
Puede ser ego, el saber que no fuiste indispensable para que siguiera (obvio), y piensas ‘yo también seguí, entonces, estamos a mano’. O porque creíste que le iba a costar más continuar: a mí que nadie me niegue que se saborea el ego cuando alguien le comenta que su ex de hasta años nunca volvió a estar con alguien ‘tan especial como tú’, ‘o tan contento como se veía contigo’.
Y por otro lado, porque pudieron quedarse situaciones sin resolver, círculos sin cerrarse. Nunca hubo oportunidad de pedir perdón o cerrar. Eso es una de las máximas. De acuerdo con algunos terapeutas no necesitas volver a verlo o tener contacto para hacerlo. Puedes escribirlo y después romperlo tantas veces como sean necesarias, puedes meditar y visualizar que le devuelves su energía, puedes decírselo imaginando que lo tienes de frente y así miles de estrategias dependiendo la rama. Cada quién.
Pero no cerrar ciclos es una de nuestras grandes fallas. Vivimos en no conclusiones. Y entre otros factores es una de las razones por las que no podemos dejar ir. Y bueno, si hay situaciones que lo promueven, más. Como el hecho de no haberte encontrado con una pareja que te llene o con quien encuentres la armonía y la paz que deseas o porque justo lo que más odiabas ahora lo extrañas. Decepciones. Complejidades. El mismo ego alimentado o dolido es sintomatología de ese no cierre de ciclo.
Pero dense chance de cerrarlos, de despedirse como cada quién conciba de esa carga emocional y sí, un cliché, pero quédense con lo bueno, el veneno no les sirve de nada. Ya aprendieron de él, ya le dieron un buen trago. Tengan el placer de decir con toda honestidad: ‘Te dejo ir en paz y armonía, gracias por el aprendizaje. Estás fuera de mi camino’. Sin rencor. Todo está dicho y lo que sucedió fue lo mejor.
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