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Para este enfermo terminal, gracias a la ley de muerte asistida su vida terminará ‘plenamente y con alegría’

Robert Stone, paciente de cáncer, se ha convertido en una de las primeras personas en California en obtener medicamentos letales bajo la nueva ley de muerte asistida ().

Robert Stone, paciente de cáncer, se ha convertido en una de las primeras personas en California en obtener medicamentos letales bajo la nueva ley de muerte asistida ().

(Francine Orr/Los Angeles Times)

Cuando los médicos le dijeron, el año pasado, que tenía cáncer terminal, Robert Stone no sintió miedo a morir. Este hombre guapo, con gafas y pequeña barba, dijo que aceptó la muerte como una parte natural de la vida. Pero lo que sí le causó miedo fue sentir muy poca energía, o demasiado dolor, como para disfrutar de sus últimos días.

Por ello, el mes pasado, Stone, de 69 años de edad, se convirtió en una de las primeras personas en California en obtener los medicamentos letales que, bajo una nueva ley, los médicos pueden prescribir a los pacientes terminales para quitarse la vida.

Sentado en su hogar ventilado de Silver Lake, Stone explicó que no tomará las píldoras a menos que la creciente fatiga causada por el cáncer de médula ósea se vuelva imposible.

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“Lo sabré por lo que sienta”, afirmó. “Me da cierto consuelo tener control de cómo será el final de mi vida”.

Por primera vez los estadounidenses están planeando la posibilidad de vivir hasta sus 80 o 90 años, dijo Len Fishman, director del Instituto de Gerontología de la Universidad de Massachusetts Boston. “Pero también saben que eso puede significar vivir con una enfermedad física o cognitiva grave, y eso les hace pensar en qué harían en esa situación”, aseguró. Ello ha llevado a que más pacientes rechacen los tratamientos médicos intensivos sólo para prolongar sus vidas, porque “puede haber cosas peores que la muerte”, dijo Fishman.

También ha contribuido a un reciente aumento en el número de estados que buscan la legalización del suicidio asistido, que la contemplan tanto como una opción humana para el enfermo como un comienzo de una tendencia peligrosa de la medicina.

En general, las actitudes respecto de la muerte están cambiando, en parte porque los Baby Boomers -que han llegado a la edad jubilatoria hace cinco años- fueron la primera generación que vieron a sus padres vivir hasta los 80 años, explicó Fishman. Lo más probable es que hayan sido testigos de condiciones que no quieren para ellos mismos.

De hecho, Stone recordó los últimos meses de su madre con una mueca. El hombre recordó cuando fue hospitalizada por insuficiencia cardíaca congestiva, en 1992; las manos estaban atadas a la cama del hospital, había un tubo en su garganta. Eventualmente, su madre entró en un coma y murió semanas después, a los 80 años.

Stone afirma que su madre, padre y su tío soportaron “situaciones terriblemente dolorosas” antes de morir. “Si hubieran tenido la posibilidad de elegir, creo que no lo hubieran hecho”, asegura.

En octubre, los médicos le dijeron a Stone que su quimioterapia había dejado de funcionar, y que posiblemente tenía uno o dos años de vida. A diferencia de su madre, los últimos meses de este hombre serán tranquilos, como él mismo asegura.

Desde su diagnóstico, Stone ha viajado a Vietnam y Japón, dos países que siempre había querido conocer. Recientemente leyó pilas de cartas de 1962, para recordar amorosamente a sus viejos amigos. Y por estos meses finales y felices, dijo, “estoy muy agradecido”.

Desde noviembre de 2014, los legisladores en más de 25 estados han presentado proyectos que legalizarían el suicidio asistido por un médico -un aumento de cinco veces respecto del año anterior, según datos recogidos por Compassion & Choices, una organización que aboga por dichas leyes-.

California es el quinto estado -luego de Oregón, Washington, Montana y Vermont- que permite la práctica. Cuando el gobernador Jerry Brown convirtió en ley la Opción del Fin de la Vida, en octubre pasado, escribió que creía que sería un consuelo contar con esa opción si él mismo estuviese “muriendo de un dolor prolongado e insoportable”.

En parte, los estados investigan la muerte asistida a causa de Bruttany Maynard, una californiana de 29 años de edad y enferma de cáncer cerebral que decidió mudarse a Oregón en 2014 para hacer uso de la normativa, ya vigente en ese estado.

Jessica Grennan, directora política de Compassion & Choices, cree que la gran atención que Maynard obtuvo -salió en la portada de la revista People- y la posterior aprobación de la ley en California puso el suicidio asistido en la mesa de diálogo nacional. “Estaba en una despedida de soltera y todo el mundo me preguntaba por esto”, comentó.

Una encuesta de Gallup del año último descubrió que el 68% de los estadounidenses creen que los médicos deberían poder ayudar a los pacientes terminales a acabar con sus vidas, lo cual marcó un aumento del 10% respecto del año anterior.

Aun así, dichas leyes se enfrentan a una fuerte oposición de algunos sectores. Sus detractores temen que las normas podrían ser el comienzo de un cambio en la sociedad, por el cual las vidas de algunas personas podrían considerarse como de menor valor. Actualmente, sólo se autoriza a pacientes con seis meses de vida o menos a tener estas medicaciones letales, pero los opositores sostienen que las leyes podrían ampliarse para incluir a más personas. “Es una actitud muy utilitaria hacia la vida humana”, señaló Camille Giglio, jefa del grupo de defensa contra el aborto California Right to Life. “Es muy simplista decir que porque uno tiene una enfermedad o discapacidad debe ‘hacer lo correcto’ y quitarse la vida”.

Muchos médicos se han opuesto a estas leyes desde siempre, alegando que van en contra de su juramento hipocrático. Un grupo de doctores en California ha presentado una demanda para tratar de revocar la norma en el estado.

En Oregón, el Dr. Kenneth Stevens, un oncólogo, ha peleado contra el suicidio asistido desde que ese estado se convirtió en el primero en legalizarlo, en 1998. “Está cambiando el proceder de los doctores y de los hospitales”, dijo. “No puedo entender por qué un médico haría esto”.

En 2000, una mujer enferma terminal de cáncer se negó al tratamiento y le pidió a Stevens una receta para medicamentos letales. El médico la animó a probar con quimioterapia y radiación, y luchar por su vida para ver la graduación de su hijo de la academia de policía, y quizás hasta ver su boda. Ella accedió, y vivió 16 años más. “Matar a alguien no es un procedimiento médico”, afirmó.

Debido a que muchos doctores se sienten cautelosos acerca de ayudar a morir a los pacientes, la participación en California es totalmente voluntaria. Los especialistas no tienen la obligación de recetar medicamentos letales. Pero la aceptación pública de la práctica ha influido en los médicos.

El año último, la Asociación Médica de California cambió su posición de ‘opuesta’ a ‘neutral’, una modificación a la cual muchos le atribuyen la posibilidad de que la ley gane suficiente apoyo en Sacramento.

En Colorado, donde hay una campaña para lograr una medida similar en la votación de noviembre, la Sociedad Médica de Colorado está revaluando su oposición a la práctica. “Los tiempos están cambiando rápidamente en términos de la aceptación del concepto”, afirmó la Dra. Catherine Sonquist Forest, especialista en medicina familiar y profesora de la Universidad de Stanford, en un webinar para médicos de California acerca de la nueva legislación.

Para Stone, obtener las píldoras le ha dado confianza en que podrá vivir cada día que le quede “plenamente, con agradecimiento y alegría. He mirado hacia atrás en mi vida y he visto lo afortunado que he sido”, aseguró.

El hombre recuerda haber asistido a UC Berkeley durante el Movimiento de la Libertad de Expresión, trabajado en el Cuerpo de Paz en Filipinas y disfrutado de una carrera dedicada a ayudar a las personas sin hogar. Desde su diagnóstico, ha comenzado a cumplir su lista de deseos.

Stone deseaba fotografiar el edificio del Capitolio de cada estado. Cuando se enteró de su enfermedad, había recorrido 44. Tomó una foto del edificio de Virginia Occidental, en Charleston, el 50º de su lista, en marzo pasado. También en la lista está aprender a tocar “Lady of Spain” en acordeón, un instrumento que abandonó cuando tenía 11 años. Ahora, retomará las lecciones en pocas semanas.

Traducción: Valeria Agis.

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