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Entrevista con el actor Noé Hernández: “Deconstruir el personaje hasta llegar a la parte más primitiva”

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Si bien en la actuación es muy importante no parecerse a los demás actores, lo es mucho más el no parecerse a sí mismo, escribe Enrique Gallud Jardiel en su ‘Manual Práctico de Interpretación Teatral’ (2014).

El actor siempre debe evitar convertirse en un estereotipo reconocible o que el público, al ver a un actor interpretar un papel, recuerde una actuación suya anterior. El encasillamiento puede convertirse en un gran problema para el intérprete. El actor ideal sería aquél que se pareciera tan poco a sí mismo, que pudiéramos verle interpretando un papel y que no le reconociéramos.

Al actor Noé Hernández (Atitalaquia, Hidalgo, 1969) se le ha encasillado en roles como sicario, narcotraficante, guardaespaldas, policía corrupto y a grosso modo, como el malo de la película; pero ha logrado nadar hasta aguas más cambiantes, retándose a sí mismo en un complejo tour de force, mismo que lo llevaría hasta la filmación de ‘La Tirisia’ (2014) de Jorge Pérez Solano, en donde interpreta a “Canelita”, el amigo homosexual de “Cheba” la protagonista, “el único ser que en este mundo árido transpira dulzura y calidez, la única persona capaz de encontrar la vida y el alimento en el desierto”. Un personaje completamente desligado a los tenores que había interpretado con anterioridad, sumándole un Ariel como mejor actor de reparto.

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Hoy en día, Noé Hernández es uno de los actores más polifacéticos del cine mexicano, un actor sumamente experimentado, que continúa siendo un maestro en dramaturgia dentro y fuera de las aulas, dentro y fuera de las películas; un actor que tiene conciencia de ser actor, y ese es el gran atractivo del cine, esa especie de juego humanístico en Noé Hernández, que es ser él mismo y a la vez, muchísimos otros.

¿De dónde surgió la idea de fundar un grupo de teatro experimental cuando fuiste profesor de bachillerato en Toluca?

Con los amigos con los que siempre había trabajado en la carrera, platicábamos que sería bueno seguir haciendo equipo y crear un grupo independiente saliendo de la facultad, considerando que teníamos mucha inquietudes afines y mucho material que se nos había quedado sin terminar en los ejercicios de actuación y dirección, además de temas de los cuales queríamos hablar. Y bueno, Clementina Guadarrama y Juan Carlos Embriz fueron los que echaron a caminar la idea: me invitaron y por supuesto, estaba encantado de trabajar con ellos para juntos crear el grupo.

El maestro Eugenio Núñez Ang nos asesoró, entre otros maestros, y de esa manera nació “TIACOCO” (Teatro, Investigación Artística, Compañía Cooperativa). Así iniciamos un colectivo que duró casi siete años, donde nos dimos a la tarea de crear texto, escenografía, vestuario, realización, producción, adaptación de espacios y demás, todo realizado por nosotros mismos.

Para mí fue la etapa más creativa que he tenido en toda mi vida. Era la mejor forma de dar clases para tener un ingreso, llevar a nuestros alumnos al teatro y de esa manera crear público, haciendo el teatro que nosotros queríamos con los temas que queríamos; no teníamos límite de tiempo sino hasta que la obra estuviera lista; hacíamos talleres, experimentábamos e improvisábamos todos los días.

Tomábamos clases de lo que necesitábamos para las puestas en escena: canto, danza, acrobacia, etc. Fue una gran etapa, y creo también, un gran proyecto que desafortunadamente no logro continuar.

¿Qué representó tu primer protagónico como Lino Valdez en Miss Bala (2011) de Gerardo Naranjo?

Lino Valdez representó un boom en mi carrera… Me catapultó a la cima del cine mexicano. Existe un antes y un después con la película “Espiral” de Jorge Pérez Solano; pero “Miss bala” me llevó a Cannes y obtuve mi primera nominación a los premios “Ariel” en la categoría de mejor actor protagónico. En ese sentido, creo que esa película logró que los directores y productores voltearan a ver mi trabajo —dentro y fuera del país— no solo por mi actuación, sino también por el análisis del tema, a ras de piso como el que hace Gerardo.

También significó la apertura a otro problema muy marcado en México: el encasillamiento. Después de haber filmado ‘El infierno’ de Luis Estrada y ‘Miss bala’ de Gerardo Naranjo, los personajes de sicario, narcotraficante, guardaespaldas, policía corrupto, el malo malo requeté malo de la historia me llovieron; todas las propuestas de trabajo giran en ese tenor hasta la fecha.

Ahí empezó una lucha conmigo para desmarcarme de esos papeles. Y cuesta mucho, porque finalmente es trabajo y hay gastos que se tienen que cubrir, así que no he podido rechazar del todo a ese tipo de personajes. Ahora digo que si voy a seguir haciendo ese tipo de personajes, por lo menos que sean los protagónicos, complejos, bien escritos y que me paguen súper bien.

¿Cómo fe tu infancia en Atitalaquia, Hidalgo, ayudabas a tus padres en las labores del campo?

¡Mi infancia! Creo que no tuve mucha. Trabajar y vivir del campo es muy complejo. Recuerdo que todavía no aguantaba una mata de maíz pero ya tenía que cargarla, está me tiraba hacia atrás y con trabajos podía pararla en el montón que mi padre iba haciendo. Es decir, desde los cuatro, cinco años, ya había obligaciones que cumplir en casa: pastoreando animales, limpiando y dando de comer a las vacas o puercos, juntando leña para la cocina, ayudar en el campo, sembrando, cultivando, cosechando... Siempre había algo que hacer. Nunca hubo un pastel de cumpleaños —no se festejaban— ni hablar de una navidad con regalos, o reyes magos, juguetes... no, no había.

Sí había mucho trabajo y bastantes necesidades primarias como vestido y alimentación. Recuerdo haber ido varias veces descalzo a la primaria y no salir al recreo porque me daba pena que me vieran los pies sucios y descalzos. Antes de ir a la primaria, tenía la obligación de limpiar, barrer el pesebre, ordeñar y picar sácate para dar de comer a las vacas; luego, medio me lavaba y me iba a la escuela con un cambio de ropa para toda la semana, así que el olor a ubre y caca de vaca era inevitable.

No entendí otra niñez que no fuese la del trabajo y las necesidades. Pero hoy día, el campo y el amor a la tierra, ¡es el tesoro más preciado que mis padres me regalaron!

Háblame de tu papel en Sin Nombre (2009) de Cary Joji Fukunaga, una aparición de treinta segundos con un personaje llamado “Resistol”; ¿en realidad el director creía que eras un verdadero vagabundo?

Llegué a ‘Sin nombre’ por proceso de casting. En ese momento, yo iba a filmar ‘Espiral’ (2008) y Jorge (Pérez Solano) me había pedido que no me cortara la barba, entonces traía un look bastante peculiar, que a Fukunaga le venía muy bien para la película. Y ese personaje, con esos treinta segundos en pantalla, me llevó a ‘Miss Bala’. Gerardo Naranjo, vio la cinta y como es amigo de Cary, pregunto por mi; él pensaba que yo era un vagabundo cualquiera que Cary había encontrado en el pueblo donde filmábamos ‘Sin Nombre’. Cary le dijo que no, que en realidad yo era un actor y le dio mis datos. Gerardo se comunicó conmigo y filmamos un cortito para la película ‘Revolución’ (2010) y, de ahí, me comentó que traía un proyecto en mente. Era ‘Miss Bala’.

El Infierno (2010) te puso en los reflectores de todo México y del mundo, tu papel como “El Sardo” es de una verosimilitud asombrosa, ¿qué recuerdas del rodaje en San Luis Potosí?

Yo pensaba que no, porque en ‘El Infierno’ hice un papel muy pequeño, pero hoy día la gente se acuerda mucho más de ese papel. Esa película para mí fue una gran escuela. Aunque ya había filmado ‘Espiral’, apenas estaba comenzando: el hecho de trabajar al lado de Damián Alcázar, Dagoberto Gama, Joaquín Cosió, Jorge Zárate... Con su generosidad y su humildad para que todos llenáramos el cuadro, sumado a los consejos que de momento me dieron, se convirtieron en grandes enseñanzas. Y como cereza en el pastel, trabajar con el maestro Luis Estrada, de que admiraba su trabajo desde que estaba estudiando la carrera. ¡Pura escuela para mi trabajo en cine!

¿Qué fue lo más difícil de interpretar a “Canelita”, la mejor amiga gay de Cheba (Ariadna Paz) en La Tirisia (2014) de Jorge Pérez Solano?

Creo que lo más difícil fue quedarme en la película. Cuando me enteré del guión, le escribí a Jorge Pérez Solano porque sabía que no lo gusta repetir casting, y ya había trabajado con él en ‘Espiral’.

Le pedía que me hiciera casting, que solo me dejara hacerlo, si no quedaba, pues ya, pero no quería quedarme con los brazos cruzados. Dijo que lo pensaría. Un día me llama y me dice que si quiero hacer casting para “Canelita”. Me habían hablado del guión y de un personaje que se llamaba “Silvestre”, pero en realidad no conocía bien y ni había leído el guión. Así que dije: sí claro, mándame las secuencias y demás.

Me mandó no solo las secuencias, también el perfil, antecedentes y una breve historia del personaje, además una fotografía de una persona para darnos idea del físico que andaba buscando. Cuando leí y vi todo, le dije que quería rechazarlo porque no le daba el perfil físico y que el personaje era todo lo contrario a lo que yo era. —Eres actor, ¿no? Querías un reto… ¡Pues ahí está!

Me picó el orgullo y dije ¡VA! Fue un casting que particularmente me dejó muy satisfecho y si no me lo daban, ni modo, pero salí muy seguro con mi trabajo. Y bueno, luego pasó mucho tiempo, pensé que ya se lo habían dado a otro actor, hasta que un día Jorge me llama para callback, y ahí voy, ya vestido desde mi casa, caminando por la calle como Canelita. Llegué y Jorge me dice: si quieres hacerlo, adelante, el personaje es tuyo. Y de ahí en adelante fue pura gozadera, buscando, ensayando, experimentado y encontrando.

Jorge es un gran director, sabe todos los pormenores de los personajes y de su guión, los trabaja e investiga muchísimo, conoce y sabe por qué esa palabra y no otra. Él mismo te narra, a manera de cuento, el historial de los personajes, todo lo necesario para que uno sólo se dedique a trabajar sin perderse en nada que él no busque. ¡Así que solo hay que dejarse llevar!

¿Cómo es la relación con tu hijo, le gustan tus películas?

Sí, le encantan mis películas y está muy orgulloso de mí. Al menos eso dice y yo lo quiero y respeto mucho, por maduro, responsable y muy inteligente.

¿Qué simboliza ganar dos Arieles en México, tanto en lo económico como en lo emocional?

En realidad, no me gustan mucho los premios. Sólo son un reconocimiento a tu trabajo pero no son el objetivo y la razón del mismo. Porque si uno no tiene los pies bien plantados en la tierra, es muy fácil perder el piso, perder objetividad.

De momento me descubrí pensando en que quería, deseaba y pensaba respecto a la nominación al Ariel por mejor actor protagónico en ‘Tenemos La Carne’. Afortunadamente no lo gané y en mi proceso de reflexión me di cuenta que estaba perdiendo la razón fundamental de hacer impecablemente mi trabajo y eso implica estarse actualizando, tallereando y experimentando en el laboratorio personal creativo, afinar todos los días el músculo.

Estar pensando en los premios, automáticamente te mete en una especie de competencia vacía con las demás películas y con el trabajo de mis compañeros. Y claro, los premios sólo son un plus para la película y para el trabajo del actor. Ganar los dos Arieles y estar nominado cuatro veces pues me puso en los ojos de los realizadores mexicanos, pero no siempre es para bien. Aunque creo que sí me han abierto más posibilidades de trabajo dentro y fuera del país.

Tu aparición en Somos lo que Hay (2010) tiene mucho que ver con una de tus ultimas películas (Tenemos la Carne, 2016), considerada por El País como una película visualmente potente y transgresora, que hace apología del asesinato, el canibalismo y la necrofilia, ¿qué personificó para ti este proyecto?

No creo que tenga mucho que ver ‘Somos Lo Que Hay’ con ‘Tenemos La Carne’. Son dos proyectos totalmente diferentes en todos los sentidos. ‘Somos...’ es una película mucho mejor construida desde un planteamiento racionalmente lógico, aristotélico: planteamiento, desarrollo, clímax y desenlace.

Yo apenas comenzaba en el cine y sólo tengo una pequeña aparición en la película, con un personaje diametralmente opuesto. ‘Tenemos La Carne’ es una película que rompe con la estructura aristotélica, no le interesa, busca otra manera de articular el discurso. Es una película para sentirse más que para entenderse. Por eso es irreverente, bizarra, primitiva, escatológica, perturbadora, sexual.

Es una película que puedes oler, vomitar, y te puede llegar a incomodar porque te descubre en tu parte más animal… Esa parte que no te atreves a revelarte ni a ti mismo aunque sabes que ahí está, a veces a flor de piel y otras muchas muy escondida en tu pudorosa moral.

Y para mí fue la película que más trabajo me ha costado, pero que al mismo tiempo disfrutado; porque me ayudo a romper con mis propios esquemas académicamente aprendidos y trabajar desde otro proceso creativo diferente.

Estuvimos trabajando, el cuerpo, la voz, la respiración, el guión y el personaje desde tres meses antes de llegar al set. Pero antes de encontrar o acumular características o rasgos físicos del personaje, antes que hacer un análisis psicológico del mismo; para mí fue deconstruir al personaje hasta llegar a la parte más primitiva y de ahí abrir el prisma del mismo en un cúmulo de acciones y reacciones casi vivientes —es decir— que ya en el set, el actor podría reaccionar e irse a cualquier lado que ya hubiésemos explorado previamente durante el proceso, pero sin fijar nunca nada.

Estuvimos filmando cuatro semanas de puro llamado nocturno en condiciones poco salubres y muy desgastantes —física y emocionalmente—. Cuando terminé de filmar la película, quemé el guion porque no quería saber nada más del proyecto ni del personaje; había terminado muy agotado y emocionalmente había tocado otros rincones poco explorados.

Soy mi propio enemigo y siempre estoy buscando qué hice mal en mi trabajo antes que ver los aciertos, y después de ver la película, se convirtió en uno de los trabajos en el que más satisfacción me ha causado al verme.

¿Ya conocías a Emiliano Rocha Minter?, ¿qué opinas de él?

Sí, ya lo conocía y seguramente por eso, fue que Emiliano se acercó a mí para ofrecerme a leer su guion. Él estaba haciendo el making of de ‘Miss Bala’ junto con Yollotl, el fotógrafo de Tenemos La Carne, después los volví encontrar también haciendo lo mismo en la película de Diego Luna: ‘Chávez’. Y siempre me parecieron unos chavos muy prendidos, locos, les gustaba jugar mucho con sus propuestas de making of y cometían cada locura, rallando en la irreverencia total.

Pero muy divertidos siempre, contagiaban esa alegría por hacer las cosas y por disfrutar del momento y de la vida. Sé que a muchos les incomoda su desparpajo y critican el hecho de que Emiliano no pasó por un proceso académico cinematográfico.

Pero cuando leí su guion, me llamó la atención exactamente por bizarro e irreverente y que creo que describe perfectamente quién es Emiliano en gran parte de su vida. Siempre pensé que en su “ignorancia” académica estaba su más grande virtud. Porque rompía con muchos esquemas del estereotipo de hacer cine, desde el proceso mismo de hacerlo. Emiliano trabajó con nosotros durante tres meses antes como si fuera un actor más, todos los ejercicios físicos y emocionales también los hacia él, si estábamos desnudos en el set, también él lo estaba… Al final, creo que logramos crear una familia de trabajo con una confianza admirable.

¿Qué te pareció el soundtrack de dicha película, mismo que corrió a cargo del músico Esteban Aldrete?

Me parece un soundtrack maravilloso. Y es un honor estar dentro de la mente creativa de Esteban para la realización del mismo. Incluso, Esteban llegó a visitarnos en el taller, previo a filmar, e improvisaba con lo que veía que hacíamos. Así que estaba involucrado también desde la gestación de ‘Tenemos La Carne’, y vamos, creo que eso habla del trabajo comprometido y profesional del músico.

¿Cuándo se estrena en México Mis Demonios Nunca Juraron Soledad (2017), de Jorge Leyva, una película con la que regresas una vez más al Thriller y al Horror?

De ‘Mis demonios Nunca Juraron Soledad’ no puedo hablarte mucho porque no he visto la película. Sé que se estrenó en el festival de Los Cabos pero en realidad no se cómo le fue. A mí me gustó mucho el guión y siempre lo vi como un wéstern con un juego de tiempos muy complejo. Pero el producto final no lo conozco. Creo que Jorge Leiva y su productora son muy arriesgados, trabajadores, creativos y que están haciendo cosas muy interesantes cinematográficamente hablando.

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