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La India María se fue con una sonrisa

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Nacida en Puebla el 17 de diciembre de 1940 y fallecida el 1ro de mayo de este año en Ciudad de México a los 74 años de edad, María Elena Velasco Fregoso pudo darse el lujo de decir que su carrera profesional incluía oficios de actriz, productora, bailarina escritora y hasta directora, logrando una diversidad que no se puede pasar por alto, sobre todo porque estamos hablando de una artista que desarrolló la mayor parte de su carrera en tiempos mucho menos tolerantes que los actuales.

A diferencia de muchos comediantes que andan por ahí, no se trataba de ninguna improvisada, ya que estudió arte dramático con Dimitrio Sarrás y Carlos Ancira, dirección cinematográfica con Ludwig Margules y guionismo con Xavier Robles y Raúl Figueroa, es decir, connotados profesionales de la época.

Cuando tenía sólo 15 años de edad, trabajó como segunda tiple en el teatro Tívoli, para luego fungir de bailarina en las reputadas compañía de ballet de Ricardo Luna y José Luis Hurtado, como paso previo para transformarse en acompañante de cómicos como Adalberto Martínez “Resortes”, Jesús Martínez “Palillo” y Fernando Soto “Mantequilla”.

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Pero no se dedicó sólo al humorismo, ya que tuvo un fructífero paso por el teatro universitario al actuar en montajes como “El séptimo sello”, de Ingmar Bergman; “Dos viejos pánicos”, de Virgilio Piñera; e “Inmaculada”, de Héctor Azar.

En 1962 incursionó como actriz en el cine con un pequeño papel en la cinta “El rey del tomate”, bajo la dirección de Miguel M. Delgado y al lado de Eulalio González “Piporro”; este trabajo fue seguido por “Los derechos de los hijos” y “México de mis recuerdos”.

Pero su momento de auténtica gloria comenzó cuando se hizo cargo de la India María, el personaje que la inmortalizaría, y que debutó en 1972 a través del programa televisivo “Domingos espectaculares”, de Televisión Independiente de México (TIM). El éxito de su interpretación fue tanto que se extendió no sólo a “Siempre en domingo”, de Telesistema Mexicano (luego Televisa), sino que derivó en serias propias, “Las estrellas y usted” y “Su programa Nescafé”, y llegó luego a la pantalla grande.

Hay que reconocer, eso sí, que el personaje original no fue de su autoría completa, ya que se inspiró en una sugerencia del coreógrafo Ricardo Luna, aunque no cabe duda de que Velasco Fregoso le imprimió un sello muy personal, ya que se trataba de una mujer creativa que, ya en 1979, estaba debutando como guionista y directora en la industria cinematográfica mediante el largometraje “Okey, Mister Pancho”.

Y esta faceta no quedó ahí, porque escribió siete películas más, entre ellas “El que no corre, vuela”, “El coyote emplumado”, “Ni Chana ni Juana”, “Ni de aquí ni de allá”, “Se equivocó la cigüeña” y “Las delicias del poder”, en los que no faltaron nunca los atisbos de crítica social, aunque de manera muy elemental.

Aunque estuvo lejos de ser una representante del feminismo, nunca cayó en el rubro de esos comediantes que son cuestionados por la manera en que se burlan de las personas que encarnan, como lo probaría el hecho de que, inmediatamente después de conocerse su muerte, la Sociedad de Directores Realizadores de México lamentó lo sucedido y dijo que hay luto en el cine de su país porque “su arte como intérprete y como directora nos trascenderá por mucho tiempo”.

“Todos la recordaremos como La India María, personaje pobre, simpático, sin educación, sin buen manejo del español, con aspecto indígena pero, eso sí, con la malicia y el ingenio para salir bien librada de todos los abusos de poder de los políticos y de los empresarios”, agregó.

La misma institución comentó que estas son “injusticias que viven a diario todos los mexicanos desposeídos que ella encarnó para representar su venganza simbólica. Siempre se salía con la suya, demostrando que sí se puede. [Fue] una de las vengadoras de todas las afrentas a los desheredados, de los pueblos originarios de México y América Latina. La India María tomó el lugar de Cantinflas cuando este traicionó a su gran personaje y se convirtió en Mario Moreno. Ella nunca se traicionó, fue coherente hasta el fin y de ahí su gran mérito.

Además de este apoyo ideológico implícito a la actriz, se sabe que ella misma tuvo una vida amorosa inusualmente tranquila para los parámetros del mismo medio, ya que se casó una sola vez, con el actor y coreógrafo de origen ruso Vladimir Lipkies, cuyo nombre artístico era Julián de Meriche, y que hizo frecuentemente papeles de extranjero. El hombre, que su esposa calificó como “no perfecto, pero muy bueno para mí”, falleció en 1974, luego de traer al mundo a tres hijos al lado de la aludida.

Veinte años después, cuando se pensaba que la señora ya se había retirado, regresó a la gran pantalla tras 15 años de alejamiento para protagonizar “La Hija del Moctezuma”, en la que tenía que salvar a México de la destrucción, y que fue dirigida por su hijo Iván Lipkies. La premiere de la cinta la llevó a hacer su última aparición pública y le permitió incluso dar un discurso final sobre el podio de presentación.

“El personaje es el mismo; basta que salgan a un pueblo pequeño y ahí lo encuentran. Mientras haya un público al que le acepte, al que le gusten las películas sencillas para reírse un rato con su familia, ahí estaremos”, dijo la artista, que mantuvo permanentemente el humor blanco y se enorgulleció siempre de no denigrar a sus representadas, las indias mazahuas.

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