La Bulla: en la lona, en la pared y en la tarima
Los Ángeles — El sábado pasado, desde las 7 hasta las 10 de la noche, la Plaza de la Raza se convirtió en una suerte de epicentro de la escena artística y cultural de la comunidad mexicoamericana de Los Angeles con tendencias alternativas gracias a La Bulla, un ambicioso evento directamente derivado de las ya célebres sesiones de El Velorio que su organizador principal, Antonio Pelayo, ha venido realizando desde hace algún tiempo en el mismo recinto.
De hecho, el concepto general de La Bulla era muy parecido al de El Velorio, porque al igual que éste, reunió bajo un mismo techo (es un decir, considerando que casi todo fue al aire libre) a bandas musicales y una exposición de arte; pero la gran diferencia, así como el más interesante agregado, fue la instalación de un ring en el que se desarrollaron algunos enfrentamientos de lucha libre, protagonizados por aguerridos representantes de la escena local que llevaban nombres como Brian Kendrick, Rey Horus Phoenix Star y Zokre.
Lamentablemente, no sabíamos de la inmensa convocatoria que iba a tener esto ni de lo mucho que íbamos a tardar en encontrar estacionamiento, por lo que tuvimos sólo la oportunidad de ver unos cuantos minutos de este espectáculo, lo que se debió también a que, aparentemente, los trámites en la lona duraron mucho menos de lo planeado y el combate principal, que según el horario disponible iba a ser a las 10.30 pm, se hizo al menos una hora antes. Esto nos lleva a sugerir la idea de que la parte de la lucha no sea tan breve si es que se presenta una segunda ocasión…. y que no se altere tanto lo dispuesto en dicho apartado.
En todo caso, nuestro consuelo en relación al mismo tema llegó de la mano de la exhibición de cuadros, que estuvo ahora completamente dedicada a la disciplina, lo que nos permitió apreciar una generosa cantidad de obras en las que los luchadores enmascarados eran objeto de toda clase de tributos y variaciones. No logramos ver a Sergio Arau, quien colaboró también con la muestra y anduvo por ahí, lo que no nos extraña porque, a ese punto, el lugar se encontraba repleto; pero sí vimos a varios de los artistas posando frente a sus creaciones, incluyendo a Marcos Estrada, autor de una creativa pintura en la que El Santo aparece luchando contra agentes de policía corruptos a ambos lados de la frontera, y que alude también de forma crítica a los desaparecidos de Ayotzinapa.
Más allá, nos cruzamos con Urbano López, el cantante del Conjunto Nueva Ola, quien había sido plasmado en un colorido retrato que colgaba de la pared, lo que tiene sentido cuando se considera que su grupo -trasplantado del DF al Sur de California- emplea siempre la estética de la lucha en sus presentaciones; y no faltaron tampoco algunas pruebas del talento femenino, así como un pequeño pero sensible altar dedicado por Erik Guzmán al Hijo del Perro Aguayo, quien falleció recientemente en el ring tras un desafortunado accidente.
En lo que a nosotros respecta, lo más entretenido del evento se desarrolló sobre el escenario musical, al que llegamos después de las participaciones tempranas de Kotolán (una agrupación que hace música tropical latina pese a que su vocalista es japonesa) y El Profesor Galáctico (que se encarga de practicar un reggae bastante accesible). Las cosas se endurecieron un poco con la subida de El Sonido Callejero, banda en la que reconocimos de inmediato al guitarrista Greg Hernández, ex integrante de Mezklah, pero cuyos miembros son todos excelentes músicos, y que dio la excusa perfecta para el baile con su vibrante combinación de cumbia, reggae y ska en canciones como “La plata”, “La cumbia callejera” y “Todos en protesta”(que contó con alusiones a Zapata, un día antes de la marcha anual que se realizaría en las inmediaciones del mismo local).
Claro que el momento más contundente de la noche le perteneció a La Resistencia, que tiene que ser uno de los combos en español más contundentes y politizados de esta parte del mundo, hasta el punto de que la mayoría de su set estuvo acompañado por un ‘slam’ interminable que parecía a veces tan alegre como peligroso, pero en el que, curiosamente, se animaron a participar varias féminas temerarias. Este grupo tiene letras de protesta sumamente elocuentes, y aunque la agresividad de su skacore impedía realmente entender lo que decían, logró casi de inmediato electrizar el ambiente con cortes tan poderosos como “Ruido callejero”, “Resiste” y “Al payaso”. Después de eso, hubo todavía tiempo para bailar desenfrenadamente con lo que ofrecían los DJs en dos zonas separadas, como conclusión de una gran fiesta a la que valía la pena asistir y que, a pesar de los revoltosos presentes, se llevó a cabo sin problema alguno.
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