Historia: EEUU: Venezolanos agradecen refugio en restaurante mexicano
Chicago — Una venezolana está aprendiendo a cocinar “huevos a la albañil” y tacos de canasta, luego de haber encontrado albergue, junto con su esposo, en el sótano de un restaurante mexicano en el sur de Chicago.
Ambos agradecen a Dios, al propietario de ese negocio, y a la comunidad mexicana por tenderles una mano mientras se procesa su caso de asilo político en Estados Unidos.
Hace más de 10 años, Cruz José Caraballo, un ex ingeniero en la industria petrolera, y su esposa Cormoto de Jesús, disfrutaban de una vida confortable en un municipio anti-Chavista en Venezuela.
Pero, en 2007, cuentan que el país entró en una severa inflación y la familia tuvo que empezar a vender sus propiedades para cubrir sus deudas.
“La situación en Venezuela fue cambiando abruptamente”, dijeron. “Para el 2014 la oposición al gobierno organizó manifestaciones que terminaron mal y resultaron en más de 100 muertos”, explicó Caraballo.
“Con el tiempo empezó a escasear la comida, la asistencia médica, y la seguridad. El gobierno controlaba la entrega de alimentos, se hacían filas largas y todo era restringido”.
Por medio de una hija residente de Chicago que estaba en proceso de hacerse ciudadana, la pareja solicitó una visa de turista para viajar en 2017, y una vez en Chicago solicitaron legalmente asilo y la residencia permanente.
Desde el 2014, cerca de un millón de venezolanos han salido de su país y aproximadamente 300,000 han solicitado refugio en otros países, según fuentes.
La iglesia conectó a los refugiados con un abogado y la Pastoral Migratoria de la Arquidiócesis de Chicago los asesoró; ante la política divisiva en torno al tema de inmigración les ofrece acompañamiento, información y desarrollo de liderazgo a los inmigrantes en sus iglesias de Chicago.
El coordinador José Torres difundió la historia de los Caraballo, y Timoteo “Alex” Manjarrez, co-fundador de los restaurantes La Condesa, respondió al llamado para ayudar.
Así fue cómo Manjarrez convirtió el sótano de su restaurante, El Conde S.A., 5139 S. Kedzie, en un albergue para la pareja de refugiados.
“Acondicionamos algo mientras ellos tienen la oportunidad de encontrar el lugar ideal. Es lo que mi madre me enseñó”, comentó Manjarrez. “Siempre que alguien llegaba al rancho (en Guerrero) de la ciudad o de Estados Unidos, y le pedían algo, ella siempre dando, dando. Lo llevo en la sangre”, agregó el propietario de El Conde S.A., un ciudadano que emigró hace casi 40 años.
En un día típico, la señora De Jesús sube al primer piso para ayudar a barrer, a atender a la clientela, incluso a cocinar recetas mexicanas que hace un año eran nuevas para ella. Su esposo se ofrece a cargar material y hacer mandados para el negocio.
“Es como si tuviéramos un hijo más”, expresó Caraballo.
“El trabajo no me denigra porque el trabajo enaltece”, mencionó De Jesús. “Nos sentimos bien agradecidos con la comunidad mexicana porque, la verdad, se han portado de maravilla, como si fuésemos familia”.
En lo que encuentran empleo, dicen haber subido 20 kilos cada uno desde que llegaron y regularmente asisten a misa en la iglesia St. Gall en el vecindario de Gage Park donde la gente ya los conoce.
Para el Día de Acción de Gracias, esperan cerrar el restaurante y hacer una gran cena con comida mexicana y venezolana en su nuevo hogar.
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