Hernández: Por cuestiones de seguridad, deberían cancelarse los Juegos Olímpicos de Tokio
Aunque exista mucho dinero en juego, los Juegos Olímpicos de Verano en Tokio deben cancelarse, escribe el columnista Dylan Hernández.
- Share via
¿Hacerlos?
Más bien suspenderlos.
Por mucho dinero que esté en juego, por mucho miedo que provoque recurrir a una medida que se tomó por última vez en la Segunda Guerra Mundial, hay que cancelar los Juegos Olímpicos.
Lo que ya era obvio se hizo aún más evidente el miércoles, cuando el Comité Olímpico Internacional reveló un “libro de jugadas” para organizar los Juegos en medio de una pandemia.
Las directrices son, al menos en parte, una respuesta a las crecientes críticas en el país anfitrión sobre los ya aplazados Juegos de Tokio. Cerca del 80% de los japoneses piensan que los Juegos Olímpicos deberían cancelarse o posponerse de nuevo, según una encuesta realizada el mes pasado por la cadena pública NHK.
El libro de jugadas refleja los temores de una nación que sigue bajo el estado de emergencia a causa del COVID-19.
“Creemos que es necesario priorizar la seguridad y la tranquilidad para los Juegos de este verano”, dijo el ejecutivo de Tokio 2020 Hidemasa Nakamura en una reunión informativa.
El documento es un recordatorio de que las normas de seguridad estadounidenses son consideradas como inaceptables en Japón.
Aunque no se exigirá a los atletas y funcionarios olímpicos que se vacunen para entrar en el país, sus movimientos estarán muy restringidos.
No podrán utilizar el transporte público. No podrán visitar lugares turísticos, tiendas o restaurantes.
En una sesión informativa celebrada el miércoles se preguntó a los funcionarios si la libertad de prensa podría verse limitada por normas similares. Nakamura dijo que eso no se había determinado, pero añadió: “Hay que proteger la seguridad y la tranquilidad”. Lo cual es una forma japonesa de decir que sí, que los periodistas tendrán casi con toda seguridad limitaciones en cuanto a los lugares a los que podrán ir.
Japón lleva mucho tiempo mirando con recelo a los extranjeros. Las fronteras del país están básicamente selladas y las quejas son mínimas.
Lo que los organizadores parecen estar vendiendo al público japonés es la idea de que pueden acoger los juegos sin que sus residentes tengan que interactuar con los extranjeros. La posibilidad de que los espectadores se limiten a los residentes japoneses está en veremos.
Pero crear una burbuja de varias ciudades en la que participen unos 15.000 atletas y decenas de miles de entrenadores, funcionarios, jueces y periodistas de más de 200 países es una tarea monumental, si no imposible.
Los funcionarios reconocieron el miércoles que habrá infecciones en la burbuja.
No tenía sentido negar esa realidad, en un momento como este en el que por ejemplo el COVID-19 está sacudiendo el Abierto de Tenis de Australia.
Más de 1.200 jugadores, personal de apoyo y familiares acudieron al torneo en vuelos fletados. Todos fueron sometidos a pruebas antes de subir a sus vuelos, pero las pruebas posteriores revelaron casos positivos en dos vuelos. Los 47 jugadores de los vuelos no pudieron entrenar durante dos semanas porque se vieron obligados a permanecer en cuarentena.
Otro problema importante surgió cuando se cancelaron las seis pruebas de preparación del torneo de esta semana porque un trabajador de un hotel en cuarentena dio positivo. Hasta 600 jugadores y personal de apoyo tendrán que aislarse hasta que registren una prueba negativa.
El torneo, que ya se ha retrasado tres semanas, está previsto que comience el lunes. Sin embargo, hay llamados generalizados para que se suspenda.
Si 1.200 personas no pudieron entrar en un país sin poner en peligro la seguridad pública, ¿qué posibilidades tiene un evento en el que participan decenas de miles de viajeros?
Algunos estadounidenses probablemente piensen que los australianos están exagerando. Esas personas tendrían una opinión similar de los japoneses.
Excepto que eso no es algo que deban decidir los estadounidenses.
A principios de esta semana, recibí una llamada telefónica de un periodista japonés que quería saber cómo veían los estadounidenses la probabilidad de que se celebraran los Juegos. Le dije al periodista que algunos de mis colegas parecían estar seguros de que se celebrarían. La razón: El dinero.
Se dice que Tokio ha invertido 25.000 millones de dólares en estas Olimpiadas. Los derechos de retransmisión representan el 73% de los ingresos del Comité Olímpico Internacional, parte de los cuales irán a parar a Tokio.
El Comité Olímpico Internacional también tiene que considerar su futuro. Una cancelación podría hacer que las ciudades, ya escépticas, se mostraran aún más reticentes a presentar candidaturas para futuros Juegos.
Aquí es donde hay que señalar que, aunque la mano invisible está en todas partes, ejerce menos influencia en algunos lugares que en otros.
Esto no quiere decir que los organizadores vayan a forzar la celebración de los Juegos por motivos económicos.
Japón no es el tipo de lugar que organizaría una temporada de futbol universitario porque hay que cobrar los derechos de televisión.
Tal como están las cosas, los patrocinadores de los Juegos Olímpicos están reduciendo la publicidad y retrasando las campañas de marketing porque temen la reacción de un público que ve los Juegos con gran escepticismo.
Quizá la pandemia se controle milagrosamente en las próximas semanas. Tal vez los Juegos puedan organizarse de forma que los japoneses se sientan cómodos.
Pero las probabilidades están en contra. Y si los locales se sienten incómodos con su celebración, hay que respetarlo. Al fin y al cabo, los Juegos Olímpicos deben ser una celebración de la unidad, no una imposición.
Suscríbase al Kiosco Digital
Encuentre noticias sobre su comunidad, entretenimiento, eventos locales y todo lo que desea saber del mundo del deporte y de sus equipos preferidos.
Ocasionalmente, puede recibir contenido promocional del Los Angeles Times en Español.