En California, los adultos que conviven con propietarios de armas tienen el doble de riesgo de morir por homicidio
Un nuevo estudio sobre los tiroteos en California revela que las personas que viven con propietarios de armas tienen el doble de probabilidades de morir por homicidio.
Es una creencia que impulsó un aumento histórico en las ventas de armas de fuego en EE.UU. y en los propietarios primerizos de éstas durante la pandemia de COVID-19: tener un arma en casa para protección personal brinda más seguridad.
Sin embargo, una nueva investigación realizada durante un período de 12 años en California muestra que, en realidad, ocurre todo lo contrario.
Entre octubre de 2004 y fines de 2016, los adultos en el estado que no tenían un arma pero vivían con alguien que sí la poseía tuvieron muchas más probabilidades de sufrir una muerte violenta que aquellos en hogares sin armas de fuego, hallaron investigadores de la Universidad de Stanford.
Los que vivían con el dueño de una pistola tuvieron casi el doble de probabilidades de morir por homicidio que sus vecinos sin armas, hallaron los investigadores. Más específicamente, fueron casi tres veces más probabilidades de morir que los californianos en hogares donde no había armas de fuego.
Además, aquellos que vivían con el propietario de un arma y resultaron asesinados en sus hogares tuvieron una probabilidad especial de morir a manos de su cónyuge o pareja. Entre las 866 víctimas de homicidio que perecieron en sus casas durante el período estudiado, los cohabitantes de propietarios de armas de fuego fueron siete veces más propensos a ser asesinados por alguien que aparentemente los amaba, que sus pares en hogares libres de armas.
Presentados en las estadísticas de salud pública, los hallazgos sugieren que por cada 100.000 adultos desarmados cuyo cohabitante adquirió un arma de fuego, 4,03 más fallecieron por el uso de armas de fuego en los cinco años siguientes, en comparación con lo que hubiera ocurrido si sus hogares hubieran permanecido libres de armas.
El estudio fue publicado el lunes en la revista Annals of Internal Medicine.
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El riesgo de vivir con el dueño de un arma recae abrumadoramente sobre las mujeres, destacó el líder del reporte, David M. Studdert, profesor de leyes y políticas de salud en Stanford. Casi el 85% de las víctimas de homicidio que vivían con propietarios de armas de fuego lo fueron, señaló. Los niños también soportan una parte desproporcionada de los riesgos, pero sus muertes no fueron contabilizadas en este estudio, destacó Studdert.
La investigación se produce en medio de un fuerte aumento en las ventas de armas, estimulado por la ansiedad en torno al crimen, la discordia racial y una pandemia que mató a cerca de un millón de estadounidenses y puso al descubierto graves desigualdades en la atención médica.
En una encuesta de 2015, investigadores de la Universidad de Harvard encontraron que el stock de armas de fuego en los hogares estadounidenses se había casi duplicado, de 65 millones a mediados de la década de 1990 a 113 millones en 2015. Entre sus propietarios, dos de cada tres mencionaron la autodefensa como principal motivación de su decisión de conservar un arma.
Un estudio publicado en febrero encontró que entre el 1º de enero de 2019 y finales de abril de 2021, un período marcado por bloqueos pandémicos y protestas en todo el país provocadas por el asesinato de George Floyd, en mayo de 2020, a manos de agentes de policía de Minneapolis, se compraron aproximadamente 7,5 millones de armas de fuego nuevas. Esa oleada creó aproximadamente 5.4 millones de nuevos hogares con armas en la nación y expuso a más de 11 millones de personas, incluidos cinco millones de niños, a los riesgos de vivir con un arma en casa.
De hecho, a medida que las tasas de criminalidad históricamente bajas comenzaron a aumentar durante la pandemia, los estadounidenses se apresuraron a comprar pistolas, con miras a protegerse a sí mismos y a sus familias, afirmó Studdert. A pesar de la clara evidencia de que las tasas de suicidio y accidentes son más altas en los hogares con armas de fuego, la narrativa de que éstas protegen a los hogares ganó terreno en Estados Unidos.
Pero eso también es erróneo, afirmó el especialista. “Las personas que conviven con dueños de armas no tienen evidencia de tasas más bajas de agresión fatal por parte de extraños”, señaló Studdert. “Eso sugiere que no hay tal efecto protector de un arma contra los intrusos. Simplemente no advertimos eso”.
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Muchos adultos saben que tener un arma de fuego en el hogar aumenta el riesgo de que un adolescente con problemas pueda usarla para suicidarse, remarcó Studdert. Ellos se dan cuenta de que un niño curioso podría buscar el arma para jugar, con resultados desastrosos. Pero muchos de esos adultos parecen creer que la misma arma los protegerá de los ladrones, violadores y otros intrusos, que protegerá a los miembros de la familia del daño, agregó. “Se podría decir que tal compensación vale la pena, pero esa protección no es real”, enfatizó. “No hubo beneficios protectores de ningún tipo que pudiéramos detectar en este estudio”.
Los autores del nuevo informe destacan que, como el humo de un fumador, el riesgo de vivir con un arma se extiende más allá de la persona que voluntariamente asume el riesgo. Dejando claro ese paralelo, llamaron a las mayores probabilidades de muerte violenta para aquellos que no poseen armas los “riesgos de segunda mano” de poseer una.
Para David Hemenway, investigador de prevención de lesiones de la Universidad de Harvard, la analogía no es accidental. A medida que aumentaron los esfuerzos para capturar y limitar el daño del tabaco a fines del siglo pasado, fue la noción del “efecto a terceros” lo que movió la aguja, expresó.
El especialista calificó el nuevo estudio como “realmente importante” y pionero en el uso de registros públicos para rastrear el paradero y el bienestar de poblaciones muy grandes durante un período prolongado. El equipo de Stanford vinculó los documentos de compra de armas con los registros públicos de votación, que incluyen las residencias de más de 17 millones de californianos. Estos, a su vez, fueron cotejados con los registros de defunción y los informes de los médicos forenses.
“Esto es algo que prácticamente nunca se hace en la prevención de lesiones: hay millones de personas y las sigues año tras año”, señaló Hemenway. California, con sus estrictas leyes de compra de armas y un cuidadoso mantenimiento de registros de propiedad de éstas, “es uno de los pocos estados” donde un estudio como éste podría llevarse a cabo y tener implicaciones nacionales, remarcó, y añadió que se aprenderá mucho más de los datos recopilados para este informe. “En los próximos años, habrá muchos estudios adicionales muy importantes que saldrán de California sobre temas de armas y muertes”, dijo. “Una vez que hay un buen conjunto de datos, los investigadores son como polillas cerca de una llama”.
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