Antonio Bernabé, defensor de los derechos de los inmigrantes, muere de COVID-19
Martha Bernabé tenía unos 16 años cuando su padre, Antonio, le dijo a su familia un día en 2004 que iban a viajar a Sacramento.
Más tarde esa noche, los Bernabé subieron a un autobús junto con docenas de otros activistas de migrantes y llegaron al Capitolio estatal por la mañana. Todos estaban allí para manifestarse en apoyo del Proyecto de Ley 60 de la Asamblea, una medida que permitiría a los inmigrantes sin estatus legal obtener licencias de conducir en el estado.
Los miembros de la asamblea habían intentado y fracasado durante varios años para aprobar esa iniciativa. Ahora, explicó Bernabé a una multitud entusiasta, era su momento. Lideró al grupo por un tiempo, luego iba en la noche a tomar el autobús para regresar a casa. Hizo ese viaje durante años hasta que el gobernador Jerry Brown finalmente firmó el proyecto de ley en 2013.
Fue solo otro día para Bernabé, una leyenda en los círculos de derechos de las personas en contexto de movilidad del sur de California, por su inquebrantable defensa de la reforma migratoria.
“Nos decía que había gente en el mundo dispuesta a luchar”, comentó su hija. “Éramos esas personas y teníamos que apoyarlo a él y a todos los demás”.
Después de más de dos décadas como organizador, Bernabé murió el 20 de enero de COVID-19. Tenía 60 años.
“Dio toda su vida para ayudar a otros que habían pasado por lo que él también había vivido”, señaló la senadora de California, María Elena Durazo (demócrata de Los Ángeles), una líder sindical desde hace mucho tiempo.
“Él llevó a cabo la misión, actuó para ella”, expresó Angélica Salas, directora ejecutiva de la Coalición por los Derechos Humanos de los Inmigrantes de Los Ángeles, donde Bernabé trabajó como director. “Siempre hubo un increíble sentido de respeto. Significa mucho cuando alguien te trata como un ser humano, que te invita a participar, a tener voz y a decir lo que piensas”.
Bernabé llegó al sur de California desde Guanajuato, México, en 1990, justo cuando California estaba a punto de embarcarse en años de legislación, propuestas de votación y ordenanzas municipales diseñadas para acabar con la inmigración ilegal. Al establecerse en el Valle de San Fernando, tomó trabajos difíciles con poca paga como pintor y empleado de mantenimiento. Fue a la escuela nocturna para aprender inglés. Esos largos días de trabajo terminaron con las manos llenas de ampollas, la ropa rota y un salario de $40 al día.
A veces, los jefes le prometían que pasarían por su casa para pagarle el salario, pero eso no sucedía. Finalmente, decidió que ya no sería una víctima. Ya había tenido suficiente.
Bernabé se enseñó a sí mismo las leyes laborales y de inmigración para asesorar a los recién llegados. Eventualmente se unió a CHIRLA, donde ayudó a personas en contexto de movilidad a recaudar millones en salarios no pagados y a lanzar proyectos nacionales para trabajadores indocumentados que enfrentan abusos.
“Lideró con tanta humildad, pero fue tan inflexible con los organizadores; decía que se trataba de involucrar a la gente, aprender de ellos, entender lo que tienen que decir y cómo pueden participar”, comentó Salas.
Pero su oficina preferida eran las calles.
Disfrutaba caminar por los largos bulevares del Valle todos los días para repartir folletos informando a los trabajadores de sus derechos. Ayudó a pintar pancartas y hacer camisetas con serigrafía para las marchas del Primero de Mayo. Abordó temas delicados con tacto, alentando a las familias inmigrantes a hacer planes de emergencia para el alquiler, la fianza y los abogados si alguien era deportado.
Bernabé terminó organizando, ayudando o participando en casi todos los principales logros de los movimientos por los derechos de los inmigrantes en las últimas dos décadas, entre ellos, las marchas de amnistía de 2006 y la Ley de Valores de California de 2017, que impide que las dependencias policiales estatales y locales utilicen recursos para ayudar a la ejecución de las leyes federales de inmigración.
“Era tan confiable. Siempre sabía que ahí iba a estar, sin importar el evento. Tony siempre iba a estar presente, punto”, comentó Durazo.
A pesar de su dedicación al movimiento, Bernabé siempre hizo tiempo para la familia. Se sentía en paz paseando por la naturaleza con su esposa. Cuando una de sus hijas anunció que se estaba volviendo vegana, él estaba orgulloso de que ella hubiera descubierto su propio movimiento por la justicia social. Como abuelo, solía llevar a su nieto a ver partidos de los Dodgers y de la UCLA, así como a algunos mítines.
La mayor riqueza para él, les comentó Bernabé a sus amigos, era tener la oportunidad de estar con gente pobre como él.
“Creo que eso marcó la diferencia”, señaló en un video. “Porque me decían, ‘Tony, nos amas’”.
A Bernabé le sobreviven su esposa y cuatro hijos.
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